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lunes, 10 de agosto de 2015

Reglas y Rutinas. Lo que esperas que hagan tus alumnos

Nuestros alumnos necesitan tener una idea clara de que es lo que esperamos de ellos en clase. No basta con suponer que nuestros alumnos saben cómo tienen que comportarse en clase. No des por hecho que algún antiguo profesor de primaria les explicó las rutinas más básicas. Para gestionar y mejorar el comportamiento de tus alumnos, tienes que enseñárselo, de la misma manera que les enseñas a resolver una ecuación de primer grado o les enseñas cual es el sujeto de una oración.

No permitas que tus alumnos intenten adivinar cuales son las reglas a seguir en tu clase, o que simplemente adopten las reglas de otro profesor. Cuando las reglas para cada tipo de actividad (ver una demostración, trabajo en silencio, trabajo en grupo, recoger...) están claras, podemos decir que hemos establecido los cimientos del buen comportamiento.

Si tienes la ocasión de entrar en la clase de un profesor más experimentado,  estas reglas y rutinas se establecen, se refuerzan y se corrigen de una forma tan sutil que parece que se haga sin ningún tipo de esfuerzo por parte del profesor, pero no te engañes. Lleva tiempo enseñar estas rutinas.

Puedes empezar haciendo listados que puedes hacer correr entre tus alumnos al inicio de cada tipo de actividad y cuando los alumnos las hayan interiorizado, puedes hacerlos desaparecer. El conocimiento se vuelve discreto y la rutina se automatiza.

A continuación muestro algunos ejemplos de fichas con las típicas rutinas de clase. Estas fichas pueden estar expuestas en el tablón de la clase o mostrarse a los alumnos períodicamente, hasta que las hayan interiorizado.




















Participa en en blog con tus comentarios

¿Que reglas o rutinas añadirías? ¿Cuales serían las pautas a seguir?

Recuerda que cuando elabores una pauta esta debe ser:

  • Breve: lo más clara posible
  • Formulada en positivo: queremos reforzar comportamientos positivos en el aula, por lo que debemos hablar de lo que veremos ver en clase, no de lo que no queremos ver (mascar chicle, molestar al compañero, comer en clase...)



viernes, 7 de agosto de 2015

Reglas y rutinas. Saluda y acoge

La gestión excelente del comportamiento empieza en la puerta de tu clase, con una actuación merecedora de un Oscar de Hollywood. Los primeros minutos son críticos.  Planifica y ensaya a conciencia tu inicio. Tu actuación como profesor pasa por aparecer brevemente interpretando diferentes roles. Pequeños estallidos envueltos en una bien interpretada actuación, diseñados para inyectar entusiasmo en cada uno de tus estudiantes. Tu entusiasmo debe ser contagioso y tu dirección, imparable.  Durante los primeros minutos recibes, acoges, sonríes, saludas y das la mano, golpecitos en la espalda y chocas los cinco,  agradeciendo verles (sí, incluso a aquellos que habrías preferido que se quedaran en casa), repartiendo las responsabilidades y haciendo que tus alumnos se sientan no sólo importantes, sino irremplazables. "Gracias a Dios que has venido. Hoy vamos a necesitar tus habilidades con las matemáticas".




Es esta actuación la que los saca del patio, del cambio de clase, del ¿qué pasó ayer en Game of Thrones? y los mentaliza para prepararlos para el aprendizaje. La primera intervención es en la puerta.  Estás marcando la línea entre sus vidas sociales y el aprendizaje, entre lo informal y lo formal, entre la libertad y la responsabilidad.

Cambia la forma con la que recibes a tus alumnos en clase. Evita llegar y encontrártelos a todos sentados y decir el clásico "Buenos dias" o pasar lista directamente. Se proactivo, hazlos sentirse bien recibidos y demuestra tu entusiasmo por enseñarles.

Las primeras impresiones cuentan. Si es cierto que las personas realizan un juicio de las otras durante los 3 primeros segundos tras conocerlas, entonces, lo mismo podríamos decir sobre cada clase que un alumno atiende. Eres tú quien establece el tono de la clase y que tiene influencia sobre el proceso de aprendizaje de tus alumnos.

Recibir, saludar y acoger a tus alumnos en la puerta de tu clase es de vital importancia. Eres tú quien les puede hacerse sentirse importantes, valuosos y apreciados antes incluso de entrar en tu clase y especialmente durante los primeros meses, cuando las relaciones aún no se han establecido.

Tu comunicación no verbal, los gestos y las palabras que hagas son cruciales para crear la atmósfera que necesitas para que fluya el aprendizaje. Sonríe, establece un contacto visual amigable, tiende tu mano abiertamente y saluda a tus alumnos:

"Buenos días"
"Gracias por llegar puntualmente"
"Hola, bonito día, ¿verdad?"


Envuelta entre tu habilidad comunicativa está tu energía personal, que ambos sabemos que algunos días no está al 100%, pero tenemos que hacerlo porque es importante. Si quieres conseguir alumnos calmados, disciplinados empieza ofreciéndoles el modelo de la actitud y energía que quieres en tu clase.


Recursos:



miércoles, 5 de agosto de 2015

¿Educar o enseñar? El profesor como planificador socioemocional


Entre el profesorado de secundaria en varias ocasiones he escuchado el debate sobre si nuestra labor consiste en educar o en enseñar contenidos a nuestros alumnos. En este sentido, la justificación pasa por la idea de que la tarea de educar a los niños corresponde exclusivamente a los padres y que por lo tanto, los profesores debemos limitarnos a enseñarles nuestra materia.
Incluso entre algunos colectivos de padres he visto que se plantea la misma duda.

Aprovechando estos días de verano cayó en mis manos el libro de Joan Vaello Orts "Cómo dar clase a los que no quieren" en dónde en los capítulos iniciales, el profesor Vaello hace la siguiente reflexión: 

La educación, especialmente en niveles obligatorios, debe favorecer la formación integral del alumno, lo que incluye el desarrollo de competencias cognitivas pero también (o sobre todo) de competencias socioemocionales.

La educación es mucho más que una mera transmisión de conocimientos en una época en dónde la información se ha globalizado y es mucho más accesible. Cada vez tienen menos sentido los profesores-porteadores-transmisores de información y cobran mayor importancia los profesores-entrenadores centrados en el desarrollo de competencias socioemocionales de sus alumnos que les faciliten un aprendizaje autónomo. Al igual que fueron desapareciendo los porteadores de agua cuando la canalización la llevó directamente a las casas, los profesores porteadores de conocimientos deben irse transformando en asesores que guien a sus alumnos en sus aprendizajes. Entender la formación integral como tal implica tener bien presente ciertas consideraciones:


  • Hay dos metas básicas a conseguir con los alumnos: que sean buenos estudiantes y que sean buenos ciudadanos. Con aquellos con los que no se puede conseguir lo primero, deberíamos centrarnos en lo segundo: de todos los alumnos se puede conseguir alguna mejora/transformación, de lo cual podemos deducir que no sobra ninguno.
  • Hay que combatir el fracaso socioemocional con el mismo énfasis y grado de planificación, si no mayor, que el fracaso académico, pues está en la raíz de muchos reveses académicos y de todos los conflictos.
Creo que tras esta reflexión, el debate y la posible duda acerca de nuestra labor queda totalmente clarificada. Ahora queda en nuestras manos incluir el fracaso socioemocional como un nuevo objetivo a erradicar en nuestras aulas, para lo que creo que el profesorado actual necesitará mucha ayuda.

Rescate emocional

El siguiente artículo es una traducción del texto publicado en TES Magazine en dónde Paul Dix habla sobre nuestras respuestas emocionales en clase.

Todos los profesores nos hemos encontrado, en alguna ocasión, ante alumnos que saben cómo sacarnos de nuestras casillas y transformar una situación difícil en imposible.

Pero incluso el comportamiento más complicado puede gestionarse con habilidad si la reacción del profesor está pautada, libre de emociones y dirigida hacia el refuerzo positivo elegido en el momento oportuno.

La forma en la que percibimos el mal comportamiento en nuestras clases es crucial. Míralo como un ataque personal, un signo de una sociedad en caída libre, un síntoma de una generación incontrolable, el producto de una pobre atención por parte de los padres ó el resultado de horas de videojuegos y series de televisión, y es difícil evitar que las emociones influyan en nuestra respuesta. Míralo tal y como es: un niño probando los límites, intentando provocar a un adulto o intentando evadirse del aburrimiento y podrás tratar el problema de una forma racional.

La cultura de "Ellos y nosotros" es un grave problema en el sistema educativo británico y la relación entre el comportamiento de nuestros alumnos y nuestras emociones está en la raíz del problema. Podríamos reforzar esta tesis analizando nuestro día a día. Piensa cuantas veces dices "Me estoy enfadando", "Vuestra actitud me está empezando a molestar" ó " Si alguien más vuelve a pedirme ir al lavabo, me voy a enfadar".

Haciendo esto ponemos en las manos de nuestros alumnos el GPS de nuestras emociones. Les damos, a aquellos alumnos más complicados, granadas de mano para que las puedan lanzar en el momento en que consideren más adecuado para sus intereses.

Guarda tu respuesta emocional a aquellos momentos en que las cosas vayan bien. Deja que tus estudiantes puedan percibir tu entusiasmo, tu amor por la enseñanza y el placer en su éxito. Muéstrales la pasión de tu respuesta positiva.

Cuando debas intervenir para corregir algún comportamiento inadecuado, las cosas deben hacerse de forma diferente. No gastes tu energía emocional en el tubo de ensayo roto por Carol o en el olvido de material de David. En su lugar, utiliza una respuesta planificada y estudiada.

Si tus alumnos eligen comportarse de forma inadecuada, dales lo que menos les gusta, una respuesta mecánica. Elimina su miedo ó excitación ante la reacción airada de un adulto, o la inyección de adrenalina que les puede suponer ver "explotar" al profesor en medio de la clase. Deja caer tus advertencias y sanciones suavemente y podrás proteger el bien más preciado que tienes en clase: la relación con tus alumnos y tu bienestar emocional.

El cambio en el comportamiento de nuestros alumnos no lo conseguiremos a largo plazo si lo mezclamos con nuestras emociones. Pero si lo hacemos con el aburrimiento, con estructuras mecánicas que no dan lugar a discusiones o emociones, comportarse mal tiene menos aliciente. Subraya la conexión racional entre el comportamiento inadecuado y las sanciones. El equipo docente tiene una consistencia instantánea; están protegidos ante en constante flujo emocional y todos disponen de más energías para reforzar los comportamientos y actitudes que sí quieren ver en su clase.

Hay una serie de elementos críticos, la combinación de los cuales cuando se ponen en escena de la forma adecuada, hace casi imposible para el alumno girar la conversación ó escalarla en su beneficio.

Antes de que intervengas, intensifica tu autoprotección imaginándote que tienes al padre de tu alumno observando tu actitud por encima del hombro. Ajusta el tono, la forma, las expresiones y tus gestos como si los padres estuviesen sentados en clase. Cuando tengas que hablar en privado con ellos, comenta su actitud usando el pasado: "He visto que lanzabas papeles a tus compañeros.." en lugar de "He visto que lanzas papeles a tus compañeros". Menciona el comportamiento que has observado y explica las consecuencias derivadas de esa acción. "Si vuelve a ocurrir tendrás que quedarte conmigo al finalizar la clase".

En el momento en que impones una sanción, es un momento en el que no pueden producirse intercambios. Es el momento en el que el alumno protestará, discutirá e intentará atacar de la forma más vigorosa posible. En este momento intentará alejarte de la conversación que tu quieres tener y te intentará llevar a un pozo sin fondo. Te dirán: "Odio las matemáticas. ¿Por qué tengo que hacer esto?" ó buscarán una reacción secundaria poniendo una sonrisa de joker, o golpeando continuamente la mesa con su bolígrafo.


No caigas en la trampa. No intentes tratar estos comportamientos "secundarios" en ese momento. Ya hablaremos de ellos con el alumno más adelante. Refuerza el comportamiento que quieres observar en clase y apacigua los primeros signos de confrontación usando algún ejemplo previo de buen comportamiento de ese mismo alumno."Carla, ¿recuerdas lo bien que lo hiciste ayer cuando decidiste quedarte por voluntad propia a ayudarme a limpiar el taller? Ese es el tipo actitud que quiero ver hoy en clase porqué sé que es ese el alumno que tu eres" .



Es muy difícil discutir en este momento. Diluye las protestas e insufla humanidad en una interacción planificada, mecanizada. Permite que ese momento de pánico emocional (el momento en el que el alumno se da cuenta de que tendrá que hacer algo que no quiere) se apacigüe, separando de forma firme el comportamiento, las emociones negativas y la identidad. Le permite al alumno salir de la conversación sintiendo que su profesor aún le quiere y deja intactas la relación y tu dignidad. Practícalo, ensáyalo y será rápido, eficiente y justo, permitiéndote continuar usando tu energía positiva.

A medida que enseñamos a nuestros alumnos que las consecuencias no son una retribución personal, erosionamos la cultura del "Ellos y nosotros". El objetivo es dejar a nuestros alumnos sintiéndose responsables de su comportamiento en lugar de sentirse culpables por haber enfadado al profesor. No necesitas un transplante de personalidad para poder gestionar el comportamiento, pero sin en cambio debes suprimir nuestro instinto natural de reaccionar emocionalmente. Le quieres mostrar a Carla, que aunque otros le respondan con hostilidad,  tu quieres jugar un partido muy largo.

lunes, 3 de agosto de 2015

Controla tu cerebro emocional

En esta entrada realizaré un resumen de los aspectos expuestos en la entrada: Por qué es tan importante controlar nuestro propio comportamiento en clase


¿Que estrategias podemos utilizar para enseñar a nuestros alumnos a controlar su emociones y permitirles acceder a su cerebro racional?


Sé un ejemplo de control emocional

Muestra a tus alumnos como calmas tus instintos más emocionales. Enséñale de forma explícita cuales son tus estrategias: contar hasta diez pausadamente, controlar la respiración, dar un paso atrás, alejarte o repetirte un mantra. Escríbelas en la pizarra o en murales que estén por la clase a la vista de todos.

Explica tus frustraciones de forma asertiva

"He preferido irme del grupo, porque empezaba a ponerme nervioso", "Prefiero darme algo de tiempo para pensar calmadamente qué es lo que quiero decirte".

Examina algunas de tus prácticas rutinarias

Al acabar de explicar , en lugar de preguntar quien no lo ha entendido, utiliza fórmulas del tipo:"Por favor, haced preguntas por si hay algo que no he explicado correctamente". Esto hace más fácil a los alumnos aclarar sus dudas sin parecer que son "el tonto de la clase que no se entera de nada".

Pregúntate si en clase, tus alumnos tienen alguna zona dónde tus alumnos puedan ver las estrategias que hemos enseñado.

Otras estrategias que podemos usar para controlar nuestras emociones y dar ejemplo a nuestros alumnos

  1. Verbaliza el comportamiento que quieres ver en clase. No des por hecho que algún profesor anterior explicó a tus alumnos como comportarse en clase. Díselo en clase, escríbelo en murales que tus alumnos puedan ver en las paredes. No hagas que tus alumnos adivinen cual es el comportamiento que esperas de ellos.
  2. Ejercita tu empatía frecuentemente y de forma enérgica. Recuerda que era lo que apreciabas como estudiante de tus profesores. Si necesitas hablar con algún alumno sobre su conducta, recuerda que estás dirigiéndote a niños, no a adultos.
  3. Encuentra un espacio privado para hablar con tus alumnos, especialmente cuanto te sientas especialmente "atacado". Cuando tengas que hablar con ellos, hazlo de forma privada y asegúrate de estar a su nivel visual o a ser posible por debajo de ellos.
  4. Crea tu propio ritual para salir de una conversación en la que tus emociones hayan quedado expuestas.
  5. Cuando tengas que intervenir, céntrate en atacar el comportamiento, no la personalidad del alumno.

¿Qué debemos hacer en el caso de que perdamos los nervios en clase?

  1. Explica a tus alumnos que causó tu reacción.
  2. Discúlpate ante tus alumnos. Muéstrate sincero y abierto ante tus estudiantes. Estás, ante todo, siendo el ejemplo a seguir.
  3. Explícales que has aprendido de esta situación. y cómo vas a reconducir esta situación para que no se repita.

Estate atento a....

  1. La tendencia a prejuzgar algunos de tus alumnos en base a su madurez emocional y sus reacciones. Recuerda que la amígdala no madura hasta la edad de 25 años.
  2. Dar por hecho que tus alumnos empatizarán con tus reacciones más emocionales. Explícales tus conflictos interiores y como los resolverás.
  3. Etiquetar. Todos tenemos esa vocecita interior que nos dice continuamente cosas inútiles sobre un grupo de alumnos o sobre algunos alumnos en particular, de manera que inconscientemente aprovechamos el mínimo conflicto para dar rienda suelta a nuestra frustración y a nuestro temperamento. No te ayudará en tu día a día.

domingo, 2 de agosto de 2015

Gestionando nuestro propio comportamiento para poder controlar el de nuestros alumnos. El impacto de nuestro comportamiento

El único comportamiento que realmente podemos controlar es el propio. El comportamiento del profesor impacta directamente sobre el comportamiento de sus alumnos.

En esta actividad analizaremos cómo realmente la actitud del adulto puede impactar sobre la actitud del alumno.

Para hacerlo realizaremos una tabla con tres columnas. La primera columna la nombraremos "Efecto positivo", la segunda "poco impacto" y la tercera columna "Efecto negativo".

La actividad consiste en rellenar la tabla reflexionando sobre ejemplos del impacto que la actitud del profesor puede tener sobre la actitud de los alumnos. Para ello reflejaremos nuestra propia experiencia como alumnos, desplegando el comportamiento que nuestros profesores mostraban siendo nosotros estudiantes.

Como ayuda, podemos utilizar las siguientes preguntas guía:
  • ¿Qué características tenían mis peores maestros?
  • ¿Qué características tenían mis mejores maestros?
  • ¿Cómo interactuaban estos profesores conmigo?¿Que decían?¿Cómo era su lenguaje corporal?
  • ¿Cómo me hacían sentir estos profesores?



Efecto Positivo Poco impacto Efecto negativo
El maestro se mostró orgulloso de mi trabajo El maestro me gritaba El maestro nos amenazaba y nos lanzaba tizas
El maestro me hacía sentir importante en su clase El maestro me ignoraba El maestro mostraba una actitud hostil ante mi
El maestro estaba abierto a continuar la clase fuera del horario El maestro se burlaba de mi
El maestro era una persona cercana
El maestro me producía pánico
El profesor se adaptaba a mi El maestro nos etiquetaba, o nos hacía sentir etiquetados "bueno, malo, listo, tonto..."


Para reflexionar y participar en el blog.

¿Cual fue tu experiencia? ¿Qué añadirías a la tabla?

viernes, 31 de julio de 2015

¿Por qué es tan importante controlar nuestro comportamiento en clase? (Parte II)

En el caso de la educación en secundaria, aún es mucho más fácil, ante 30 alumnos de 14 años, reaccionar ante ellos y tratarlos como si fueran un grupo de adultos.  Y ya sabemos que cuando empezamos a tratar a un niño como a un adulto, tendemos a tratarlo inapropiadamente.  Todos hemos caído en el error de levantar demasiado la voz o incluso llegar a gritar a un niño, haciéndolo de forma intencionada pero dándoles una respuesta emocional que es más apropiada hacia un adulto que hacia un niño. En lugar de tratar de dar escarmiento público, desde el frente de la clase, emitiendo un juicio público, intenta, cuando te veas emocionalmente alterado, encontrar una zona privada para hablar más calmadamente.

Ajusta tu lenguaje físico. Agáchate hasta establecer contacto visual al mismo nivel.  De hecho ponte a un nivel visual que esté por debajo del alumno, de forma que sea él quien te mire desde lo alto. Lo puedes hacer fácilmente poniéndote en cuclillas mientas él permanece sentado. Crea tu propio ritual para retirarte de una conversación cuando tengas la sensación de que te empiezan a invadir las emociones. Utiliza tu propio lenguaje, pero asegúrate de que es apropiado para el alumno. Que te pueda entender con facilidad.

Le tenemos que explicar al niño cual fue el comportamiento que desencadenó nuestro estado emocional: 

- "Javier, estás tirando gomas a tus compañeros y eso les molesta"

 y entonces,  explicarle detalladamente cuales serán los siguientes pasos a dar:

- "No voy a continuar con esta conversación. Voy a volver a mi mesa, me voy a dar tiempo para tranquilizarme y cuando esté más tranquilo, vamos a hablar de cómo puedes solucionar lo ocurrido". 

Cuando intervengamos, y especialmente cuando lo hagamos para imponer algún castigo, debemos centrarnos en atacar el comportamiento, no al alumno. 

-"Miguel, estás rompiendo las herramientas al trabajar de esa forma", "Maria, estás hablando y está actividad la tenemos que hacer individualmente"

en lugar de:

 "Miguel, ¿a ti te pasa algo, o qué? No haces ni una a derechas. ¡Deja de dar golpes con la sierra!" ó "A ver, el lorito de la clase, María ¿tú es que no te puedes estar callada ni un momento?. ¿Tanto te cuesta?

Como puedes apreciar, en el primer caso estamos protegiendo la autoestima de nuestros alumnos. Dejamos a banda las emociones para centrarnos en el comportamiento que queremos atacar en lugar de atacar su personalidad. Tu ejemplo comenzará a cambiar el comportamiento de tus alumnos hacia ti y al mismo tiempo la forma que tendrán de relacionarse entre ellos. Pero lógicamente, somos personas, no robots y encontraremos momentos en donde las emociones nos pueden llegar a superar y , en ese momento, recuerda este artículo, tienes que afrontarlas con profesionalidad, que es lo que se espera de un buen profesor. Y si te equivocas, recuerda: explica que fue lo que te llevó a esa situación y pide perdón.

Muéstrate totalmente abierto y se franco con tus alumnos. Estás ofreciéndoles el ejemplo de lo que esperas que hagan. Tal vez no encuentres apropiado disculparte ante toda la clase pero es lo apropiado ante aquellos alumnos que recibieron el impacto de tus emociones. Explica a la clase qué has aprendido de esta situación, y cómo vas a corregir tus errores para que situaciones como las vividas no vuelvan a reproducirse. No estás perdiendo autoridad. Lo que haces es dar a tus alumnos un ejemplo de cómo gestionas tu propio comportamiento.  Les explicas cómo un adulto aprende de sus errores y les das a entender que no volverás a actuar de esa manera.

Mi propia práctica me ha mostrado que disculparse ante nuestros alumnos tiene un impacto positivo en su comportamiento. Yo también he perdido los nervios en clase. He gritado a mis alumnos y me he dejado embargar por la frustración y por las emociones. Recuerdo un caso en particular en el que me dirigí a todo un grupo de una forma muy hostil. Crucé la raya. No fui profesional. Comencé a gritarles, estaba muy enfadado la y frustración se había apoderado de mi. La causa fue un cambio de puesto de trabajo. Había estado en una escuela en la que estaba muy a gusto, conocía muy bien a mis alumnos . De repente me vi en un nuevo centro, dónde nadie me conocía y en dónde ninguna de las técnicas que habían funcionado anteriormente parecía tener efecto. 

Me fui a casa y aquella noche la pasé en blanco. Me sentía muy mal conmigo mismo. Pensaba en mi comportamiento y el lo que les había dicho y estuve reflexionando largo y tendido. Al final llegué a la conclusión de que me había equivocado. Al día siguiente, al entrar en clase lo primero que hice fue pedir disculpas a mis alumnos. Les expliqué que mi actitud había sido inapropiada, que me había dirigido a ellos de una forma que no se merecían y que había tratado especialmente mal a algunos alumnos. Me mostré franco. Les pedí perdón por mi error. Les expliqué cuales serían mis actitudes en el futuro para evitar que algo tan desagradable pudiera volver a suceder y quise hacer especial énfasis en cómo iba a restaurar el daño realizado. En aquel momento, durante aquella clase, se hizo el silencio. Ningún comentario, ninguna observación. La clase fluyó como la seda. Ningún conflicto. Ninguna reprimenda. 

No fue hasta que pasaron un par de meses, que un par de alumnos me comentaron lo mucho que el grupo había apreciado mis disculpas y cómo esa disculpa había empezado a cementar la relación entre profesor y alumno, de cómo esa disculpa comenzó a construir la confianza mutua que necesitaba para poder gestionar su propio comportamiento. 

Para finalizar me gustaría hablar de una práctica que realizan muchos profesores y que es el "etiquetado". El poner una etiqueta a determinados alumnos y que inconscientemente todos tendemos a hacer: "Bueno, malo, movido, vago, charlatana..."

El etiquetado no te va a perjudicar como profesor pero si que lo hace a tus alumnos. No daña a tu estado emocional pero daña la forma en la que ves a tus estudiantes y las expectativas que depositas en ellos. Todos tenemos una pequeña voz interior que utilizamos para hacer un esquema rápido que nos ayuda a entender rápidamente la realidad que nos envuelve.

Si ese esquema no tiene muchos puntos positivos, instintivamente tendemos a visualizar nuestras expectativas de una forma negativa. Si en nuestro esquema interior pensamos de forma negativa sobre un grupo, pensamos de forma negativa sobre los integrantes de ese grupo y, a medida que nos acercamos a esa clase, forjamos en nuestro interior una imagen negativa que poco nos va ayudar a dar una buena clase. 

Si llevamos esto en mente, rápidamente entraremos en un conflicto emocional y buscaremos los desencadenantes que iniciaran nuestra irritación, nuestra frustración. Piensa en ello. Sabes que el etiquetado ni es justo (nuestros alumnos no siempre son vagos, no siempre son malos, no siempre son...) ni te va a ayudar. Es una visión que no te va a ayudar a gestionar el comportamiento de tu clase. Intenta ser positivo en clase. Intenta observar los comportamientos positivos en clase, los que te ayudan y hazlos visibles a tus alumnos. Si quieres etiquetar, hazlo sólo de forma positiva.

Y especialmente aquellos alumnos que tienen una vida muy complicada, que proceden de comunidades en dónde los estudios no son su primera preocupación, necesitan tener profesores que tengan una visión positiva, que creen un modelo robusto y fiable que permita una gestión adecuada del comportamiento.  Se merecen profesores que eviten las etiquetas. Se merecen profesores que sean lo suficientemente inteligentes para saber que la etiqueta de hoy seguro que no será la misma dentro de 15 años, y que, al etiquetarlos, lo único que hacemos es asumir cual será su comportamiento, impidiéndoles tomar sus propias decisiones de una forma independiente.















jueves, 30 de julio de 2015

¿Por qué es tan importante poder controlar nuestro comportamiento en clase? (Parte I)

El modelo que algunos de nuestros alumnos ven en sus casas no es, lamentablemente en algunas ocasiones, el mejor posible. Por este motivo, nuestro rol en la clase cobra en estos casos una importancia clave.  Si nuestro entorno de aprendizaje está dominado por las respuestas emocionales del profesor , nuestros alumnos convivirán en un espacio difícil y lleno de temores.

En esta entrada he realizado un resumen de las ideas principales del podcast de Pivotal  en donde Paul Dix explica por qué es tan importante poder controlar nuestro comportamiento en clase.




Cómo profesores debemos ofrecer un modelo para nuestros alumnos sobre como los alumnos exitosos, habiendo sido nosotros uno de ellos,  gestionan sus respuestas emocionales y las mantienen en jaque. Este es un modelo que muchos de nuestros alumnos, lamentablemente, no tienen en casa.

Nuestra actitud en clase es absolutamente vital para producir un cambio efectivo en la actitud de nuestros alumnos. Si el entorno de aprendizaje está dominado por las respuestas emocionales del profesor , nuestros alumnos convivirán en un espacio difícil y lleno de temores dónde probablemente lo menos importante para ellos sea aprender. Nuestra labor debe pasar por establecer un entorno donde nuestros alumnos puedan sentirse seguros y calmados, dando acceso a su cerebro racional en lugar de su cerebro emocional.

Si no prestamos atención a la forma en la que nos comportamos en clase podemos estar ofreciendo , inconscientemente, un modelo equivocado a aquellos niños que viven una lucha interna por controlar y entender sus propias emociones.

Desde el mismo momento en que abrimos la puerta y entramos en clase, nuestra actitud está siendo leída por nuestros alumnos. Lo leen en la forma en la que les hablamos, en nuestro tono de voz y en la forma en la que nos movemos por la clase. De hecho, muchos de ellos pueden apreciar si lo que les decimos y la forma en la que se lo decimos están en sintonía o no.  Contra más nos conozcan nuestros alumnos, contra más tiempo pasemos con ellos, más transparentes nos volvemos para ellos.

El curso escolar es largo e indudablemente tendremos días buenos, días regulares y días malos. Habrá días en los que a lo mejor no nos encontremos bien, hayamos pasado una mala noche, nos hayan dado una mala noticia...; nuestros alumnos lo notarán al cabo de 5 minutos de estar con ellos. En estos casos, elige entre evitar ignorar las emociones que nos hacen sentir de esta forma, explicándoles a nuestros alumnos nuestra situación ó entre realizar una "performance" asertiva intentando disfrazar tus emociones. Pero toma una decisión. Si no lo haces estás poniendo en riesgo la estabilidad emocional de tu clase. Tus respuestas ante el comportamiento inadecuado de tus alumnos estarán afectadas por tu estado emocional y puedes verte en situaciones difíciles de justificar vistas desde un punto de vista más racional, desde la distancia de las emociones.

Si podemos entender cuales son los desencadenantes y como nuestro cerebro cambia de un estado racional a un estado emocional podremos tener la oportunidad de ser capaces de entender y gestionar nuestro propio comportamiento. Algunas personas son especialmente buenas en aislarse de los asuntos que les ocurren, que preocupan y que les llevarían a perder los nervios, pero nuestros alumnos no tienen aún esta capacidad. Es algo que se aprende con el tiempo y con esfuerzo personal.

Algunos profesores son especialmente buenos en esconder sus "botones emocionales" pero otros por el contrario, tienden a mostrarlos con un cartel luminoso de "Aprieta aquí": "Si lo vuelves a hacer, me voy a enfadar mucho", "Voy a gritar si alguien más me vuelve a pedir ir al lavabo". Y en estos casos, lo que estamos haciendo es darles a los niños la responsabilidad de cómo vamos a reaccionar, de cómo nos vamos a comportar y de cual va a ser nuestra respuesta.  Y para muchos de nuestros alumnos, la tentación de pulsar ese botón que les acabamos de ofrecer es demasiado grande. ¿No les estamos haciendo responsables de algo que no les corresponde por la edad que tienen?

Aquellos profesores que son buenos con la gestión de sus propias emociones raramente comparten esta habilidad con sus alumnos. Tus alumnos también están aprendiendo a gestionar sus propios sentimientos y parte de la gestión de su comportamiento se basa en dotarles de las estrategias necesarias para poder controlar su cerebro emocional, para calmarlo y para intentar recuperar el pensamiento racional  y las capacidades de pensamiento de alto nivel que se encuentran el la corteza prefontral, que es dónde tiene lugar el aprendizaje.

¿Qué estrategias les enseñamos a los alumnos que tenemos delante para que puedan controlar sus impulsos? Algunos alumnos tendrán ya buenos referentes en casa y habrán aprendido estrategias para conseguir algo de autocontrol, y poder tomar distancia sobre su propio comportamiento, pero otros, no tendrán ninguna estrategia y si continuamos manteniendo en secreto cómo reaccionar ante estas situaciones, ¿cómo van a aprender a gestionar sus emociones y controlar de esta forma su propio comportamiento?

Ciertamente tenemos alumnos que en su casa viven una situación muy difícil, caótica y con unos referentes pobres o, en el peor de los casos, equivocados. Para estos niños, nuestra responsabilidad, nuestro modelo es aún más importante. A estos niños podemos ofrecerles una alternativa soportada por una explicación clara y un modelo que es fácilmente imitable. Por ello, cuando te sientas frustrado, cuando estés enfadado, cuando tu cerebro emocional empiece a tomar las riendas de tu razonamiento crítico, tienes la oportunidad de ofrecerles a estos niños el modelo de como calmarte, de como recuperar el control.

Entonces, ¿cómo lo haces? ¿cuentas hasta 10? ¿intentas controlar tu respiración? ¿das un paso hacia atrás para tomar distancia?. Escribe esas ideas en la pizarra. Compártelas con tus alumnos para que ellos puedan ver como los alumnos de éxito saben gestionar su comportamiento. Cuando hablamos de "modelos" se trata precisamente de esto. Dar a los niños estrategias y explicarles abiertamente cómo lo haces. Ser un modelo no consiste en ir vestido a la "última". Ser un modelo para nuestros alumnos consiste en ser explícitos sobre nuestro propio comportamiento y enseñarles a los niños como pueden utilizar estas habilidades en beneficio propio. Da ejemplo con el comportamiento y la actitud que quieres ver en clase. Llega puntual a clase, se entusiasta al explicar la lección. Explica tus frustraciones de forma asertiva: "He preferido irme del grupo, porque empezaba a ponerme nervioso", "Prefiero darme algo de tiempo para pensar calmadamente qué es lo que quiero decirte". 

Examina tus rutinas más básicas, por ejemplo, veamos el caso de levantar la mano para contestar. Con la mente puesta en crear un ambiente de trabajo emocionalmente más seguro, levantar la mano para contestar hace que aquellos alumnos que no saben la respuesta, que no son tan rápidos para contestar inmediatamente, se sientan estúpidos. Ven a sus compañeros con las manos levantadas, dispuestos a dar la respuesta tan pronto como el profesor ha lanzado la pregunta, y en ese momento, muchos de estos alumnos dejan de pensar y buscar una respuesta a la pregunta del profesor. Si en lugar de pedir a los alumnos que levanten la mano, les decimos a nuestros alumnos que mientras estén pensando miren su mesa y que en el momento en que tengan la respuesta, miren al profesor, creamos una rutina y un ambiente totalmente diferente. Un cambio tan básico hace que nuestros alumnos dejen de sentirse estúpidos al plantear una pregunta y genera un clima más "cómodo" de trabajo.



Otro ejemplo, al acabar de explicar la lección solemos preguntar: "¿Hay alguna pregunta?¿Alguién no lo ha entendido?". Lógicamente, nadie quiere parecer estúpido, "ser el tonto de la clase" que no ha entendido nada. Si no lo he entendido, me lo callaré y si puedo ó me interesa ya lo preguntaré a un compañero más tarde. Si al acabar de explicar la lección decimos "Por favor hacedme preguntas porque necesito saber si lo he explicado correctamente". Un cambio tan sutil, hace que la responsabilidad de entenderlo o no recaiga sobre el profesor y no sobre el alumno. Ya no hay motivo para sentirse estúpido por preguntar, la culpa ya no es del alumno, sino del profesor que no me lo ha sabido transmitir correctamente.

¿Qué estrategias podemos utilizar para controlar las emociones y ejemplificar el comportamiento que deseamos de nuestros alumnos? Una de ellas consiste en verbalizar la actitud y el comportamiento que deseamos en clase. En lugar de esperar que los alumnos sepan como deben de comportarse, de dar por hecho que algún profesor anterior les ha explicado como deben estar en clase, díselo, ya sea mediante signos, fotos, instrucciones escritas en murales o en canciones.

Hay que ser muy preciso a la hora de modelar el comportamiento que vamos a exigir a nuestros alumnos.  Ejercita tu empatía frecuentemente y vigorosamente. Recuérdate a ti mismo, y especialmente si trabajas en primaria, que el mundo visto desde los ojos de un niño es un lugar muy diferente al nuestro. Existe un proceso de desorientación al trabajar con niños continuamente y el efecto que puede tener sobre tu estado emocional puede hacer que empecemos a pensar que las respuestas que nos dan, son las respuestas de un adulto, cuando se trata de la reacción de un niño de 8 años.










martes, 28 de julio de 2015

Gestionando nuestro comportamiento para poder controlar el de nuestros alumnos. Fruit of the Loom

En el curso "Managing Behaviour", nos pidieron analizar el caso de un profesor de ciencias, el Sr. Brendon.

Era muy riguroso con el cumplimiento de las normas. En la escuela en la que trabajaba habían implantado una norma que consistía en que todos los alumnos debían vestir un polo (jumper) negro liso, sin rayas ni ningún otro tipo de color. No se permitían polos de ningún tipo de marcas. Ni Nike ni Dolce &Gabanna, simplemente un polo liso negro. La norma se dictó a los alumnos y estos la comentaron a los padres, de forma que fueron a una tienda a comprar el polo negro que exigía la escuela. La mayoría de los alumnos consiguieron el polo que pedía la escuela pero algunos pocos, compraron un polo liso negro pero con un ligero emblema de color negro en el que se podía leer la marca "Fruit of the Loom". Era un detalle insignificante, tanto para padres como para los alumnos, pero el Sr. Brendon era de una generación algo diferente.



Al inicio del curso, en septiembre, el Sr. Brendon estaba al pie de la puerta de entrada de su clase supervisando la entrada de los alumnos. Al ver los polos lisos y negros el Sr. Brendon sonríe, pero en el momento en que aprecia el logo de "Fruit of the Loom", su cara cambia de expresión y se dirige a uno de los chicos: "¡Eh, tu! Fruit of the Loom. El chico le explica que el polo lo compraron sus padres siguiendo las indicaciones y el Sr. Brendon le dice :"No, No,No, esto no es lo que pidió el centro. Quítate ahora mismo ese polo y quédate aquí en la entrada". El Sr Brendon se dedica entonces a retirar el polo a todos aquellos alumnos que llevaban el logo y va alineando a los alumnos "desobedientes" al lado de la clase de ciencias y les va diciendo, "Fruit of the Loom, Fruit of the Loom". El es uno de esos. Seguro que has conocido a alguno así, ¿verdad?. Espero que tu no lo seas. Uno de esos profesores que intenta gestionar el comportamiento de sus alumnos al límite de su temperamento.

Ver a "todo un señor profesor" fuera de control es como néctar para un chico de 14 años. Y si consigue que le salga la vena de la frente, que parece que le va a estallar, ya ha hecho pleno. Los chicos son rápidos y les gusta provocar a este tipo de profesores, de forma que cuando ven al Sr Brendon por un extremo del pasillo le gritan "¡Fruit of the Loom! Los chicos aprovechan cualquier oportunidad para poner un polo "Fruit of the Loom" en alguna de las ventanas donde está haciendo clase y salir gritando "Fruit of the Loom!. Al final de la semana, el Sr. Bendon está ante una situación límite. Tiene la mesa llena de polos requisados y su autoridad se tambalea. Los padres además no paran de llamar a la escuela, enfadados porque sus hijos pasan frío al no poder llevar el polo en clase.

El Sr. Brendon no para de requisar polos. Los guarda en el armario que tiene al final de la clase de ciencias y vuelve a la búsqueda de más polos "Fruit of the Loom". Está totalmente obsesionado. La dirección del centro está deseando que acabe la semana. Tienen la esperanza de que el lunes la cosa cambiará, los alumnos vendrán con un polo nuevo y se acabarán los problemas. El Sr. Brendon estará más calmado y podrán hacer borrón y cuenta nueva. El viernes finalmente la dirección del centro abre el armario del Sr Brendon y entrega a cada alumno un polo. ¡Otro desastre! Estamos en una escuela de secundaria y obviamente, los polos no están etiquetados ni tienen ningún nombre por lo que los alumnos van a casa con un polo que a veces es demasiado estrecho y a veces demasiado largo.

El lunes por la mañana, ¿que os imagináis que sucede? Pues que vienen más polos "Fruit of the Loom" de los que se fueron el viernes. Los chicos habían ido a la tienda de Fruit of the Loom y con su propio dinero se habían comprado un polo negro con el "logo prohibido". Y no sólo eso, 3 de los profesores también se han comprado su polo "Fruit of the Loom".

El Sr. Benson lleva 30 años haciendo lo mismo. Les dice a sus alumnos: vuestra actitud afecta a mi estado emotivo y por lo tanto voy a coger el palo más grande que pueda para machacar vuestro comportamiento, de forma que a nadie se le vuelva a ocurrir volver a hacerlo nunca más. ¡Que tontería! Si la vida fuese tan simple...Los alumnos se comportan mal, los castigas, ellos cambian y todos podemos avanzar..., pero la vida no es tan sencilla y la gestión del comportamiento no es lineal.

El aproximación más correcta pasa siempre por tu comportamiento, tus elecciones y tus consecuencias. La relación con mis estudiantes, es tan importante que no la puedo enviar a paseo cada vez que me encuentro estresado o frustrado. Tengo que proteger la relación. Tengo que proteger a mis estudiantes y tengo que protegerme a mi mismo.  Cuando estéis a punto de perder el control, pensad en el logo "Fruit of the Loom". Recuérdalo para recobrar la calma, y para mantener la forma más inteligente de gestionar el comportamiento.  Tu actitud, tu elección, tus consecuencias.

Para reflexionar.

7 razones por las que nunca hay que perder los nervios ante nuestros alumnos

  1. Los estudiantes ven a los profesores "gritones" como adultos que están fuera de control.  Esto a algunos puede provocarles ansiedad pero a otros les resulta divertido.
  2. Nunca le gritarías a un alumno si sus padres estuvieran delante.
  3. Si tu modelo de comportamiento es pobre, afectará a la forma en la que los alumnos se relacionan entre sí. Tu eres el ejemplo a seguir.
  4. Respuestas apoyadas en las emociones ante comportamientos inadecuados, asustarán a muchos pero a otros les animará a pulsar "tus botones".
  5. Tus compañeros escuchan tus gritos por los pasillos y ello hace que cuestionen tu capacidad de controlar a los alumnos.
  6. Controlar el comportamiento mediante el miedo es poco sofisticado, insostenible e injusto.
  7. Respuestas desproporcionadas ante comportamientos inadecuados, conllevan castigos injustos.









lunes, 27 de julio de 2015

Gestionando nuestro propio comportamiento para poder gestionar el de nuestros alumnos. Huir o luchar

La amígdala es un pequeño objeto en forma de nuez que se encuentra en la mitad del cerebro límbico y controla la respuesta a las señales de amenaza. Realmente es como si tuviésemos dos mentes - una mente emocional y una mente racional -, pero la mente emocional es dominante. Responde rápidamente a las señales y envía hormonas, deliberadamente, para detener el pensamiento del cerebro racional. Supongamos que nos encontrásemos con una serpiente por la calle; antes de que pudiésemos descubrir si se trata de una serpiente venenosa o no, la amígdala se activa: envía sangre rápidamente a las manos para luchar y a las piernas para correr y escapar.
Fuente:wikipedia.org



Al mismo tiempo, libera una pequeña cantidad de hormonas en el cerebro racional, que se encuentra justo detrás de la frente, en la corteza prefrontal, para que se detenga el pensamiento racional. Esto ocurre debido a que si me enfrento a una serpiente peligrosa, yo no necesito el pensamiento torpe y lento del cerebro racional; para huir de una serpiente necesito la reacción inmediata y sensible del cerebro emocional. El cerebro racional piensa de esta manera: "tal vez debería buscar en el libro de serpientes e identificar que tipo de serpiente es la que tenemos delante. ¿Tiene la cabeza triangulada? ¿Es venenosa la que tiene manchas rojas sobre el negro o la que tiene manchas negras sobre el rojo?." El cerebro emocional detiene el pensamiento racional deliberadamente, por ejemplo, estás caminando por un canal con un niño pequeño que se resbala y cae en el canal. Tu cerebro racional dice que esta mañana hace bastante frío y que tal vez necesitarías un traje de neopreno, y además llevo encima el teléfono móvil; para entonces, ya es demasiado tarde. Por supuesto, tu cerebro emocional entonces entra en acción, detiene el pensamiento racional y nos sumergimos directamente en el agua para salvar al niño.

Desde que nacemos estamos condicionados a reconocer que una sonrisa significa seguridad y una no-sonrisa es una señal de amenaza. Algo tan simple como una cara de fastidio o una reacción irritada en un aula puede provocar una reacción emocional en los niños. No tiene que ser una situación de vida o muerte; de hecho, la amígdala no se desarrolla totalmente hasta que la persona alcanza los 25 años, así que realmente nuestros alumnos son jóvenes con una mente emocional en desarrollo.

 Cualquier cosa que se implanta en la amígdala entre las edades de cero y ocho años permanece en ella de forma fija. No se puede sacar. Los niños que han tenido experiencias muy difíciles durante su primera infancia no pueden hacer un "borrón y cuenta nueva". Hay que trabajar con los niños con esos recuerdos, y es por ello que algunos niños reaccionan ante los adultos de una manera muy extraña, de una manera muy emocional, de una manera muy inesperada, ya que su amígdala está entrando en juego al ver a adultos enojados, adultos que les gritan y adultos que muestran desinterés o disgusto por ellos. En el aula, en el laboratorio, en el taller, es importante que entendamos que lo que está pasando muy a menudo no es personal y dirigido hacia nosotros, es parte de la condición humana, se trata de un niño que interpreta equivocadamente una señal de amenaza de un profesor y reacciona de manera inapropiada.

Fuente: https://psicologagranada.es


Una vez que empezamos a entender que una pequeña explosión de hormonas puede bloquear el cerebro racional, podemos empezar a entender por qué gritar a los niños, por qué levantarles la voz, humillarlos o crearles una crisis emocional es tan contraproducente para el buen aprendizaje.


La creatividad y la capacidad de pensar nuestros alumnos, en estos casos, queda totalmente suprimida. La falta de creatividad en los niños que viven con estrés puede ayudar a explicar la falta de creatividad en los estudiantes que protagonizan la mayor parte de los problemas de disciplina de nuestras aulas. Los estudiantes que viven permanentemente en una situación estresante pueden desarrollar su cerebro reptil y reaccionar de una forma propia de la confrontación que reflejan una reacción de huir o luchar. Los profesores a menudo reaccionan ante estos enfrentamientos, aumentando la presión sobre el estudiante generando un ciclo desagradable tanto para el estudiante como para el educador.

Para ir mas allá:

Les recomiendo la lectura de la web Bigthink  dónde el neurólogo Joseph Le Doux explica la función de la amígdala y su función ante respuestas emocionales.

También interesante el libro de Daniel Goleman: Inteligencia emocional, dónde Goleman introduce el concepto de "secuestro de la amígdala" para describir la respuesta emocional a muchas situaciones diarias.

Finalmente, para el desarrollo de las relaciones con nuestros alumnos, el trabajo de Albert Bandura  de la Stanford University en su Teoría del aprendizaje social.

Para reflexionar y participar en el blog:

¿Cual crees que puede ser el impacto de esta información sobre el comportamiento de nuestros alumnos en clase? Con esto en mente ¿que cambiarías en tu forma de dar clases?

sábado, 25 de julio de 2015

Gestionando nuestro propio comportamiento para poder gestionar el de nuestros alumnos. Clases caóticas

El principio de cualquier tipo de gestión del comportamiento radica en nuestra habilidad en saber gestionar el propio, antes de poder influir en el de otros. Puede parecer una tarea sencilla, pero en la práctica requiere de mucha resilencia y de una gran paciencia emocional.

Todos los profesores atravesamos periodos en los que nos sentimos totalmente fuera de control. El desencadenante puede ser un nuevo puesto de trabajo, una nueva clase o otros factores, como cambios en la forma de gestión. Paralelamente con esta situación presionante nos encontramos con la rudeza de nuestros alumnos, aunque obviamente esto dependerá de la edad y del nivel socio-económico de nuestro alumnado.

Todos nos hemos encontrado ante situaciones en las que nuestros alumnos nos han respondido con un ".. no nos das miedo, profe", 

El miedo no es una forma inteligente de gestionar el comportamiento, aunque para muchos profesores sea su única y principal estrategia, dado que nunca se han expuesto a ninguna alternativa.  En el mundo utópico de las lecciones fantásticas, el mal comportamiento en clase no existe, pero tu y yo sabemos que eso no es la realidad.

El pánico emocional te invade,  gritar es el resultado. Y contra más gritas, más bajo cae tu integridad y tu estatus, y tus alumnos continúan ignorándote.

Profesor: Quiero que te calles (en un tono de voz fuerte)
Alumno: Y, ¿este quien es? (susurrando al compañero de forma que el profesor pueda oirle)
Profesor:  ¡He dicho QUE TE CALLES! (aún mucho mas alto)
Alumno: No te tengo miedo, ¿que me vas a hacer?


Durante las primeras dos semanas, el profesor novato ve como sus compañeros más experimentados, consiguen, en silencio y de forma calmada, que sus alumnos estén atentos en clase y participen de las actividades propuestas. Estos modelos de virtud no tienen ninguna varita mágica. Ellos también tenían los mismos temores y momentos emocionales.  Llegar a su nivel de control no fue un accidente y sucedió a través del trabajo duro en lo básico:


  • Consistencia: ser escrupulosamente justo, incluso en los momentos más difíciles.
  • Persistencia: mantenerse en su postura en frente de aquellos alumnos que más le ignoran.
  • Seguimiento: Si es necesario quedar con un alumno después de la clase, o fuera del horario para resolver algún asunto, HACERLO SIEMPRE.
  • Certeza: los alumnos son conscientes de que cuando el profesor dice que va a hacer una cosa, la hará.
Concentrándose en los aspectos básicos te permitirá encontrar los momentos para construir relaciones a largo plazo que son fácilmente sostenibles porque tienen una base sólida. A nuestros alumnos les gusta la solidez que modelamos para ellos y que conforma la confianza. A nuestros alumnos les gusta la CONFIANZA.


Me gustaría finalizar esta entrada planteando una pregunta ¿Cual fue tu mejor profesor/a? ¿Que recuerdas de el/ella? ¿Por qué lo elevaste a ese pedestal? ¿Que hacía que no hacían otros?.

Asimismo, y para los más atrevidos me gustaría abrir un debate :¿Cual ha sido tu peor experiencia en clase? y lo más importante , cuando acabó ¿qué hiciste?




La gestión del comportamiento de nuestro alumnado

Empiezo una nueva sección en mi portafolio docente dedicada a la gestión del comportamiento de nuestro alumnado.

El motivo que me impulsa a emprender este nuevo camino parte de mi propia experiencia como docente. Después de 6 cursos escolares en secundaria, creo que necesito ayuda en un aspecto para el que a ninguno de los profesores de secundaria se nos ha formado " la gestión del comportamiento".

Cuando empezamos como profesores a todos se nos exigen unos conocimientos mínimos sobre la materia y pasamos numerosas pruebas donde debemos demostrar nuestras habilidades como planificadores, realizando una programación estructurada en unidades con sus correspondientes actividades de aula. En este proceso se olvidan de un aspecto fundamental, la gestión del aula y del alumnado. En el sector educativo parece existir la idea de que los profesores, por el simple hecho de serlo, deben saber como realizar la gestión del aula. 

La capacidad de gestión o conducción de la clase, entendida como la forma que tiene cada profesor de organizar las actividades y poner en práctica sus métodos, requiere de una formación previa. Ningún profesor nace con el "carnet de conducir una clase". Hay que aprender a realizar este trabajo. Parece obvio, por lo tanto, que el profesor debe planificar algo más que los contenidos de su materia. Debe saber como controlar, motivar, conectar, escuchar, entusiasmar, corregir, decir no, respetar, negociar, advertir, comprometer, sancionar, exigir.... Todas estas habilidades de gestión, algunos las poseen de forma intuitiva, pero otros no.

Para recoger mis reflexiones y experiencias me basaré en los siguientes recursos:

- El curso "Managing Behavior for Learning" promovido por el National Science Learning Centre creado en colaboración con Pivotal education.

- El libro " Cómo dar clase a los que no quieren" escrito por el profesor Joan Vaello Orts publicado por la editorial Graó.

Espero que mis reflexiones sirvan para poner orden a mis ideas y para generar debate entre la comunidad docente que esté interesada en este tema.