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miércoles, 5 de agosto de 2015

Rescate emocional

El siguiente artículo es una traducción del texto publicado en TES Magazine en dónde Paul Dix habla sobre nuestras respuestas emocionales en clase.

Todos los profesores nos hemos encontrado, en alguna ocasión, ante alumnos que saben cómo sacarnos de nuestras casillas y transformar una situación difícil en imposible.

Pero incluso el comportamiento más complicado puede gestionarse con habilidad si la reacción del profesor está pautada, libre de emociones y dirigida hacia el refuerzo positivo elegido en el momento oportuno.

La forma en la que percibimos el mal comportamiento en nuestras clases es crucial. Míralo como un ataque personal, un signo de una sociedad en caída libre, un síntoma de una generación incontrolable, el producto de una pobre atención por parte de los padres ó el resultado de horas de videojuegos y series de televisión, y es difícil evitar que las emociones influyan en nuestra respuesta. Míralo tal y como es: un niño probando los límites, intentando provocar a un adulto o intentando evadirse del aburrimiento y podrás tratar el problema de una forma racional.

La cultura de "Ellos y nosotros" es un grave problema en el sistema educativo británico y la relación entre el comportamiento de nuestros alumnos y nuestras emociones está en la raíz del problema. Podríamos reforzar esta tesis analizando nuestro día a día. Piensa cuantas veces dices "Me estoy enfadando", "Vuestra actitud me está empezando a molestar" ó " Si alguien más vuelve a pedirme ir al lavabo, me voy a enfadar".

Haciendo esto ponemos en las manos de nuestros alumnos el GPS de nuestras emociones. Les damos, a aquellos alumnos más complicados, granadas de mano para que las puedan lanzar en el momento en que consideren más adecuado para sus intereses.

Guarda tu respuesta emocional a aquellos momentos en que las cosas vayan bien. Deja que tus estudiantes puedan percibir tu entusiasmo, tu amor por la enseñanza y el placer en su éxito. Muéstrales la pasión de tu respuesta positiva.

Cuando debas intervenir para corregir algún comportamiento inadecuado, las cosas deben hacerse de forma diferente. No gastes tu energía emocional en el tubo de ensayo roto por Carol o en el olvido de material de David. En su lugar, utiliza una respuesta planificada y estudiada.

Si tus alumnos eligen comportarse de forma inadecuada, dales lo que menos les gusta, una respuesta mecánica. Elimina su miedo ó excitación ante la reacción airada de un adulto, o la inyección de adrenalina que les puede suponer ver "explotar" al profesor en medio de la clase. Deja caer tus advertencias y sanciones suavemente y podrás proteger el bien más preciado que tienes en clase: la relación con tus alumnos y tu bienestar emocional.

El cambio en el comportamiento de nuestros alumnos no lo conseguiremos a largo plazo si lo mezclamos con nuestras emociones. Pero si lo hacemos con el aburrimiento, con estructuras mecánicas que no dan lugar a discusiones o emociones, comportarse mal tiene menos aliciente. Subraya la conexión racional entre el comportamiento inadecuado y las sanciones. El equipo docente tiene una consistencia instantánea; están protegidos ante en constante flujo emocional y todos disponen de más energías para reforzar los comportamientos y actitudes que sí quieren ver en su clase.

Hay una serie de elementos críticos, la combinación de los cuales cuando se ponen en escena de la forma adecuada, hace casi imposible para el alumno girar la conversación ó escalarla en su beneficio.

Antes de que intervengas, intensifica tu autoprotección imaginándote que tienes al padre de tu alumno observando tu actitud por encima del hombro. Ajusta el tono, la forma, las expresiones y tus gestos como si los padres estuviesen sentados en clase. Cuando tengas que hablar en privado con ellos, comenta su actitud usando el pasado: "He visto que lanzabas papeles a tus compañeros.." en lugar de "He visto que lanzas papeles a tus compañeros". Menciona el comportamiento que has observado y explica las consecuencias derivadas de esa acción. "Si vuelve a ocurrir tendrás que quedarte conmigo al finalizar la clase".

En el momento en que impones una sanción, es un momento en el que no pueden producirse intercambios. Es el momento en el que el alumno protestará, discutirá e intentará atacar de la forma más vigorosa posible. En este momento intentará alejarte de la conversación que tu quieres tener y te intentará llevar a un pozo sin fondo. Te dirán: "Odio las matemáticas. ¿Por qué tengo que hacer esto?" ó buscarán una reacción secundaria poniendo una sonrisa de joker, o golpeando continuamente la mesa con su bolígrafo.


No caigas en la trampa. No intentes tratar estos comportamientos "secundarios" en ese momento. Ya hablaremos de ellos con el alumno más adelante. Refuerza el comportamiento que quieres observar en clase y apacigua los primeros signos de confrontación usando algún ejemplo previo de buen comportamiento de ese mismo alumno."Carla, ¿recuerdas lo bien que lo hiciste ayer cuando decidiste quedarte por voluntad propia a ayudarme a limpiar el taller? Ese es el tipo actitud que quiero ver hoy en clase porqué sé que es ese el alumno que tu eres" .



Es muy difícil discutir en este momento. Diluye las protestas e insufla humanidad en una interacción planificada, mecanizada. Permite que ese momento de pánico emocional (el momento en el que el alumno se da cuenta de que tendrá que hacer algo que no quiere) se apacigüe, separando de forma firme el comportamiento, las emociones negativas y la identidad. Le permite al alumno salir de la conversación sintiendo que su profesor aún le quiere y deja intactas la relación y tu dignidad. Practícalo, ensáyalo y será rápido, eficiente y justo, permitiéndote continuar usando tu energía positiva.

A medida que enseñamos a nuestros alumnos que las consecuencias no son una retribución personal, erosionamos la cultura del "Ellos y nosotros". El objetivo es dejar a nuestros alumnos sintiéndose responsables de su comportamiento en lugar de sentirse culpables por haber enfadado al profesor. No necesitas un transplante de personalidad para poder gestionar el comportamiento, pero sin en cambio debes suprimir nuestro instinto natural de reaccionar emocionalmente. Le quieres mostrar a Carla, que aunque otros le respondan con hostilidad,  tu quieres jugar un partido muy largo.

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