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jueves, 30 de julio de 2015

¿Por qué es tan importante poder controlar nuestro comportamiento en clase? (Parte I)

El modelo que algunos de nuestros alumnos ven en sus casas no es, lamentablemente en algunas ocasiones, el mejor posible. Por este motivo, nuestro rol en la clase cobra en estos casos una importancia clave.  Si nuestro entorno de aprendizaje está dominado por las respuestas emocionales del profesor , nuestros alumnos convivirán en un espacio difícil y lleno de temores.

En esta entrada he realizado un resumen de las ideas principales del podcast de Pivotal  en donde Paul Dix explica por qué es tan importante poder controlar nuestro comportamiento en clase.




Cómo profesores debemos ofrecer un modelo para nuestros alumnos sobre como los alumnos exitosos, habiendo sido nosotros uno de ellos,  gestionan sus respuestas emocionales y las mantienen en jaque. Este es un modelo que muchos de nuestros alumnos, lamentablemente, no tienen en casa.

Nuestra actitud en clase es absolutamente vital para producir un cambio efectivo en la actitud de nuestros alumnos. Si el entorno de aprendizaje está dominado por las respuestas emocionales del profesor , nuestros alumnos convivirán en un espacio difícil y lleno de temores dónde probablemente lo menos importante para ellos sea aprender. Nuestra labor debe pasar por establecer un entorno donde nuestros alumnos puedan sentirse seguros y calmados, dando acceso a su cerebro racional en lugar de su cerebro emocional.

Si no prestamos atención a la forma en la que nos comportamos en clase podemos estar ofreciendo , inconscientemente, un modelo equivocado a aquellos niños que viven una lucha interna por controlar y entender sus propias emociones.

Desde el mismo momento en que abrimos la puerta y entramos en clase, nuestra actitud está siendo leída por nuestros alumnos. Lo leen en la forma en la que les hablamos, en nuestro tono de voz y en la forma en la que nos movemos por la clase. De hecho, muchos de ellos pueden apreciar si lo que les decimos y la forma en la que se lo decimos están en sintonía o no.  Contra más nos conozcan nuestros alumnos, contra más tiempo pasemos con ellos, más transparentes nos volvemos para ellos.

El curso escolar es largo e indudablemente tendremos días buenos, días regulares y días malos. Habrá días en los que a lo mejor no nos encontremos bien, hayamos pasado una mala noche, nos hayan dado una mala noticia...; nuestros alumnos lo notarán al cabo de 5 minutos de estar con ellos. En estos casos, elige entre evitar ignorar las emociones que nos hacen sentir de esta forma, explicándoles a nuestros alumnos nuestra situación ó entre realizar una "performance" asertiva intentando disfrazar tus emociones. Pero toma una decisión. Si no lo haces estás poniendo en riesgo la estabilidad emocional de tu clase. Tus respuestas ante el comportamiento inadecuado de tus alumnos estarán afectadas por tu estado emocional y puedes verte en situaciones difíciles de justificar vistas desde un punto de vista más racional, desde la distancia de las emociones.

Si podemos entender cuales son los desencadenantes y como nuestro cerebro cambia de un estado racional a un estado emocional podremos tener la oportunidad de ser capaces de entender y gestionar nuestro propio comportamiento. Algunas personas son especialmente buenas en aislarse de los asuntos que les ocurren, que preocupan y que les llevarían a perder los nervios, pero nuestros alumnos no tienen aún esta capacidad. Es algo que se aprende con el tiempo y con esfuerzo personal.

Algunos profesores son especialmente buenos en esconder sus "botones emocionales" pero otros por el contrario, tienden a mostrarlos con un cartel luminoso de "Aprieta aquí": "Si lo vuelves a hacer, me voy a enfadar mucho", "Voy a gritar si alguien más me vuelve a pedir ir al lavabo". Y en estos casos, lo que estamos haciendo es darles a los niños la responsabilidad de cómo vamos a reaccionar, de cómo nos vamos a comportar y de cual va a ser nuestra respuesta.  Y para muchos de nuestros alumnos, la tentación de pulsar ese botón que les acabamos de ofrecer es demasiado grande. ¿No les estamos haciendo responsables de algo que no les corresponde por la edad que tienen?

Aquellos profesores que son buenos con la gestión de sus propias emociones raramente comparten esta habilidad con sus alumnos. Tus alumnos también están aprendiendo a gestionar sus propios sentimientos y parte de la gestión de su comportamiento se basa en dotarles de las estrategias necesarias para poder controlar su cerebro emocional, para calmarlo y para intentar recuperar el pensamiento racional  y las capacidades de pensamiento de alto nivel que se encuentran el la corteza prefontral, que es dónde tiene lugar el aprendizaje.

¿Qué estrategias les enseñamos a los alumnos que tenemos delante para que puedan controlar sus impulsos? Algunos alumnos tendrán ya buenos referentes en casa y habrán aprendido estrategias para conseguir algo de autocontrol, y poder tomar distancia sobre su propio comportamiento, pero otros, no tendrán ninguna estrategia y si continuamos manteniendo en secreto cómo reaccionar ante estas situaciones, ¿cómo van a aprender a gestionar sus emociones y controlar de esta forma su propio comportamiento?

Ciertamente tenemos alumnos que en su casa viven una situación muy difícil, caótica y con unos referentes pobres o, en el peor de los casos, equivocados. Para estos niños, nuestra responsabilidad, nuestro modelo es aún más importante. A estos niños podemos ofrecerles una alternativa soportada por una explicación clara y un modelo que es fácilmente imitable. Por ello, cuando te sientas frustrado, cuando estés enfadado, cuando tu cerebro emocional empiece a tomar las riendas de tu razonamiento crítico, tienes la oportunidad de ofrecerles a estos niños el modelo de como calmarte, de como recuperar el control.

Entonces, ¿cómo lo haces? ¿cuentas hasta 10? ¿intentas controlar tu respiración? ¿das un paso hacia atrás para tomar distancia?. Escribe esas ideas en la pizarra. Compártelas con tus alumnos para que ellos puedan ver como los alumnos de éxito saben gestionar su comportamiento. Cuando hablamos de "modelos" se trata precisamente de esto. Dar a los niños estrategias y explicarles abiertamente cómo lo haces. Ser un modelo no consiste en ir vestido a la "última". Ser un modelo para nuestros alumnos consiste en ser explícitos sobre nuestro propio comportamiento y enseñarles a los niños como pueden utilizar estas habilidades en beneficio propio. Da ejemplo con el comportamiento y la actitud que quieres ver en clase. Llega puntual a clase, se entusiasta al explicar la lección. Explica tus frustraciones de forma asertiva: "He preferido irme del grupo, porque empezaba a ponerme nervioso", "Prefiero darme algo de tiempo para pensar calmadamente qué es lo que quiero decirte". 

Examina tus rutinas más básicas, por ejemplo, veamos el caso de levantar la mano para contestar. Con la mente puesta en crear un ambiente de trabajo emocionalmente más seguro, levantar la mano para contestar hace que aquellos alumnos que no saben la respuesta, que no son tan rápidos para contestar inmediatamente, se sientan estúpidos. Ven a sus compañeros con las manos levantadas, dispuestos a dar la respuesta tan pronto como el profesor ha lanzado la pregunta, y en ese momento, muchos de estos alumnos dejan de pensar y buscar una respuesta a la pregunta del profesor. Si en lugar de pedir a los alumnos que levanten la mano, les decimos a nuestros alumnos que mientras estén pensando miren su mesa y que en el momento en que tengan la respuesta, miren al profesor, creamos una rutina y un ambiente totalmente diferente. Un cambio tan básico hace que nuestros alumnos dejen de sentirse estúpidos al plantear una pregunta y genera un clima más "cómodo" de trabajo.



Otro ejemplo, al acabar de explicar la lección solemos preguntar: "¿Hay alguna pregunta?¿Alguién no lo ha entendido?". Lógicamente, nadie quiere parecer estúpido, "ser el tonto de la clase" que no ha entendido nada. Si no lo he entendido, me lo callaré y si puedo ó me interesa ya lo preguntaré a un compañero más tarde. Si al acabar de explicar la lección decimos "Por favor hacedme preguntas porque necesito saber si lo he explicado correctamente". Un cambio tan sutil, hace que la responsabilidad de entenderlo o no recaiga sobre el profesor y no sobre el alumno. Ya no hay motivo para sentirse estúpido por preguntar, la culpa ya no es del alumno, sino del profesor que no me lo ha sabido transmitir correctamente.

¿Qué estrategias podemos utilizar para controlar las emociones y ejemplificar el comportamiento que deseamos de nuestros alumnos? Una de ellas consiste en verbalizar la actitud y el comportamiento que deseamos en clase. En lugar de esperar que los alumnos sepan como deben de comportarse, de dar por hecho que algún profesor anterior les ha explicado como deben estar en clase, díselo, ya sea mediante signos, fotos, instrucciones escritas en murales o en canciones.

Hay que ser muy preciso a la hora de modelar el comportamiento que vamos a exigir a nuestros alumnos.  Ejercita tu empatía frecuentemente y vigorosamente. Recuérdate a ti mismo, y especialmente si trabajas en primaria, que el mundo visto desde los ojos de un niño es un lugar muy diferente al nuestro. Existe un proceso de desorientación al trabajar con niños continuamente y el efecto que puede tener sobre tu estado emocional puede hacer que empecemos a pensar que las respuestas que nos dan, son las respuestas de un adulto, cuando se trata de la reacción de un niño de 8 años.










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